Schindler's List , una historia de redención. Desgarradora, estremecedora, retumba en el alma, así es La Lista de Schindler. El Shoah siempre será un episodio histórico que servirá de fuente en la que beba el séptimo arte. El asesinato de la manera más infame de más de 6 millones de personas por parte de uno de los pueblos más educados de Europa, la exterminación sistemática y sin justificación de una parte enorme del pueblo judío es algo que hoy, a casi 80 años de que se iniciara esa tragedia, nos sigue impresionando. Pero siempre habrá un justo en Sodoma y entre toda esa orgía de muerte y destrucción, quedó gente que se ganó con su grandeza, el apelativo de seres humanos. Personas que con su bondad y su decisión de contrariar la locura mainstream de esa época, hoy merecen ser recordados. Uno de esos personajes fue Oskar Schindler . Bon vivant y afecto más al dinero que al humanitarismo, Schindler vio en la guerra de Hitler el escenario perfecto para forrarse a costa de...
Gore, risas y un extraterrestre gigante, eso es la nueva The Predator.
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Impactante póster que muestra la evolución de la criatura. |
En 1987, un largometraje sin grandes aspavientos y con poco lustre, apenas el de tener a unos cuantos fortachones entre el cast, aterrizó en salas de Estados Unidos y el mundo no volvió a ser el mismo. Predator, el nombre de tal largometraje, que estaba dirigida por un John McTiernan previo a su gran hit de todos los tiempos, Die Hard (1988), había fichado en su reparto a un gigantón austriaco que había tenido pocos papeles, pero que ya se veía descollar como héroe de acción. Con un nombre impronunciable, esa hercúlea mole de músculos alternó escena con Carl Weathers, el famoso Apollo Creed,‒ Jesse Ventura, un luchador de la WWF quien andando el tiempo sería gobernador de Nevada‒ y un semi desconocido actor llamado Shane Black. El film, aunque fue un número uno en taquilla desde su estreno, no tuvo muy buenas críticas en un comienzo; sin embargo, poco a poco, Predator adquirió status de largometraje de culto.
En algún momento se contempló incluir un cameo de Mr. Schwarzenegger en The Predator, pero este declinó.
Una secuela (1990) y otro largometraje del universo Yautja protagonizado por Adrien Brody –Predators (2010)– no lograron honrar la gran factura del film original. Ni hablar de los dos lamentables crossovers que con calzador intentaron integrar a los cazadores de dreadlocks con los xenomorfos de Scott. Afortunadamente, son películas que nadie incluye en el canon de las dos franquicias. Entonces, 31 años después del estreno del original, llega una nueva entrega. Esta vez contando tras las cámaras con un miembro del equipo actoral de 1987, con lo que, al menos, el espectador amante de esta esperaría un tratamiento digno, acorde con la gran película ochentera. Lamentablemente para algunos pero afortunadamente para otros, esto no se cumple. The Predator no quiere parecerse a la primera entrega, la nueva película quiere construir una identidad propia, una coherencia argumental y unos gags propios que la hagan parte de la franquicia, pero que le den un sello propio.
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El grupo de soldados trastornados que se enfrenta, con renuencia, al gigante del espacio exterior. |
El grandote del cabello rasta está, eso sí, esta vez mostrado tan temprano, que no logra crearse esa intriga, esa emoción frente a la aparición de la creatura en su máximo esplendor. El despliegue bélico también viene incluido, esta vez con un twist inesperado, en cuanto a que las armas del extraterrestre son ahora usadas por los humanos. El equipo militar de élite que se ve inmerso en una batalla con el alienígena, en esta oportunidad, aparte de ser una panda de asesinos –en otra vuelta de tuerca tan típica de los filmes de Shane Black–, son soldados lastrados por la guerra, pletóricos de trastorno de estrés postraumático, suicidas y fanáticos religiosos, que topan sin buscarlo con el predador. Como fanáticos confesados que somos del largometraje de 1987, esperábamos esencialmente, así no lo queramos admitir, una reedición con todo el aire de los 80 y un calco “igual, pero diferente” del largometraje de McTiernan.
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El Yautja en su máximo y letal esplendor. |
Pero lo que obtuvimos no es un producto malo per se. Los diálogos son graciosos y a menudo ingeniosos. La camaradería entre los actores indica que se divirtieron y a lo grande haciendo esta película. Si en la primera el centro de todo era el monstruo interplanetario, en la segunda los policías enfrentando una amenaza imposible de asumir, y en la tercera el despliegue de testosterona de Adrien Brody y sus compañeros, en esta oportunidad el eje sobre el que discurre el largometraje es la amistad, aquella que se forja al calor del combate. Más allá de un Arnold Schwarzenegger que se convierte en una máquina de matar en su enfrentamiento con la bestia, en esta oportunidad el protagonista es un francotirador en un matrimonio desastrado y con un hijo con autismo. Jacob Tremblay, que va en camino de convertirse en un gran actor de carácter, interpreta este personaje que, debido a sus habilidades especiales, descifra el lenguaje de los Yautja.
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Para representar al extraterrestre de las rastas, el estudio decidió no usar CGI y optó por la vieja escuela: maquillaje, látex y prótesis, además de un tipo muy alto.
El largometraje, como es usual en las secuelas de esta franquicia, no está funcionando como debería en la taquilla, lo que pondría en peligro las otras dos proyectadas continuaciones, como desde el estudio de producción se ha anunciado. El público siempre está esperando porno-nostalgia, siempre está queriendo que sus amados productos, con los que creció y a los que adoró en su juventud, nunca sean mancillados. Ese es un error, porque el cine, en tanto producto cultural, debe tender a la evolución. Esta nueva entrega tiene todo para ser considerada una meritoria y remarcable película de acción, con muchos apuntes graciosos y con un buen casting actoral. Se revitaliza así entonces la franquicia y el resultado es una buena película, que homenajea con respeto al original, pero que de ningún modo es una repetición ni una descarada concesión a la fanaticada. Una película de amigos, con buenas dosis de gore y que plantea una posible secuela. El público entonces será el juez final.
Lo bueno: que se revitalice al feo de las rastas, un monstruo que a todos nos gustó en nuestra infancia.
Lo malo: Hollywood se quedó sin ideas, sin más ni más.
*** 3 estrellas de 5.
Lo malo: Hollywood se quedó sin ideas, sin más ni más.
*** 3 estrellas de 5.





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