Schindler's List , una historia de redención. Desgarradora, estremecedora, retumba en el alma, así es La Lista de Schindler. El Shoah siempre será un episodio histórico que servirá de fuente en la que beba el séptimo arte. El asesinato de la manera más infame de más de 6 millones de personas por parte de uno de los pueblos más educados de Europa, la exterminación sistemática y sin justificación de una parte enorme del pueblo judío es algo que hoy, a casi 80 años de que se iniciara esa tragedia, nos sigue impresionando. Pero siempre habrá un justo en Sodoma y entre toda esa orgía de muerte y destrucción, quedó gente que se ganó con su grandeza, el apelativo de seres humanos. Personas que con su bondad y su decisión de contrariar la locura mainstream de esa época, hoy merecen ser recordados. Uno de esos personajes fue Oskar Schindler . Bon vivant y afecto más al dinero que al humanitarismo, Schindler vio en la guerra de Hitler el escenario perfecto para forrarse a costa de...
La Piedra Paciente muestra como es ser mujer en la sociedad afgana
Ella es hermosa, con dos hijos y un marido en estado vegetal en medio de una guerra intestina e insensata, asfixiada bajo el rígido canon de una sociedad que la ve como menor de edad perpetua. Un día ella decide liberarse. Golshifteh Farahani, de arrebatadora belleza, interpreta a la madre de dos hijos, quien debe cargar con el peso de ser la enfermera de su marido: distante, feroz, mayor que ella y antiguo combatiente mujahidin, quién en una discusión sin importancia recibe un disparo que se le aloja en el cuello, postrándolo en cama como un vegetal. La vida es dura en un Afganistán en guerra y se pone cada vez más difícil cuando los rebeldes toman las calles, se aprovechan de las mujeres y hacen espantosas demostraciones públicas con aquellos que se atreven a desafiarles.
En muchos lugares del mundo, la mujer es solo un objeto, un algo que se posee
Como su marido sigue vivo, ningún otro hombre puede casarse con ella y salvarla de su destino. Recordando la fábula de ‘La Piedra Paciente’‒en la que una piedra lleva la carga de los pensamientos y luego se rompe una vez que se ha aligerado su carga‒, ella comparte con él sus sueños de otra vida, hasta finalmente develar algunos secretos de larga data acerca de su sexualidad y su relación de pareja. Es quizás la primera vez en que realmente han pasado tiempo el uno con el otro. Él, a causa de la guerra, estuvo ausente de su boda; así que ella, en un típico matrimonio arreglado afgano, por descontado que la mujer no tiene opinión al respecto, tuvo que casarse en su lugar con su daga, en lo que se concibe como una de las escenas más surreales del film.
La Piedra Paciente (Syngué sabour. Pierre de patience, en su título original en francés) se basa en una novela de Atiq Rahimi; el guion, coescrito por Jean-Claude Carrière, se siente como un guión para teatro, irreal en ocasiones. A esta sensación, contribuye el que el espectador pasa la mayor parte del tiempo observando a una mujer y a un hombre inconsciente en una habitación escasamente decorada, lo que podría sugerir –equivocadamente‒ que quizá podría funcionar mejor como una obra teatral. Es tanto sorprendente como refrescante el ver a una mujer afgana hablando de sus experiencias sexuales de una manera tan franca, tan objetiva, tan directa. Más que un monólogo o una confesión largamente ocultada, este acto es para la mujer la oportunidad de liberarse, de auto descubrirse; pero ante todo es un florecimiento: por fin puede ser ella misma, no la hija, no la esposa, no la madre.
El largometraje es un monólogo que no cansa al espectador
Para una sociedad que cosifica a las mujeres, reduciéndolas a meros objetos, prestadores de placer, hijos o fuerza de trabajo no remunerado, este accionar de una mujer sencillamente no es posible. Rahimi somete a su personaje principal a una serie de terribles eventos. Quizá la mirada estática, imperturbable de la cámara, es la forma de replicar la manera en que el mundo asiste con indiferencia a esta tragedia. Incluso, para hacer el mensaje más contundente, el director eligió no darle un nombre a la mujer. Poco a poco liberada del fuerte correaje marital y, en la escena más tierna de violación de la historia del cine, la mujer encuentra que aún en medio de la desquiciada y absurda tragedia de la guerra puede haber espacio para encontrar el amor, aún de la mano de un tartamudo e inexperimentado soldado rebelde.
Antiguo guerrero que luchó contra los soviéticos, el esposo yace en coma en una cama
En una sociedad tan profundamente enquistada en el atraso y que sigue viendo al sexo como algo pecaminoso, en la que la mujer debe en la práctica ser un objeto más del hogar, obligada a usar en público el terrible burka, la mujer que desea vivir su vida en libertad es aquella que vende su “honra” para convertirse en prostituta. Vemos entonces a Hassina Burgan interpretando a la tía; experimentada meretriz, que aconseja, protege y cuida a la mujer en su recién, pero aún no afirmada libertad. La veterana cortesana describe con frialdad bien delineada, casi que con indiferencia, el camino que la llevó a aislarse de la sociedad. “Hombres como ellos no violarían a una prostituta. No hay mérito en estar en donde miles de hombres han estado antes”, dice ella cuando la mujer relata la intrusión de soldados a su casa.
La virtud de las mujeres es como moneda de cambio en medio de una demencial guerra civil. Con un final dramático e inesperado, La Piedra Paciente es la asombrosa actuación de una insuperable Farahani en el rol de una oprimida mujer afgana, que se gana nuestra simpatía con la verdad de sus confesiones y la audacia de su expresión sexual.



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